Hoy es día 30 de enero y como cada año, toca celebrar el Día Internacional del Croissant. Esta pieza de bollería es tan deliciosa que podemos encontrarla casi en cualquier país del mundo. No obstante, tiene un origen bastante concreto. Si quieres conocerlo, además de una receta para elaborarlo, sigue leyendo.
El croissant es un bollo bastante peculiar. Tiene una textura crujiente pero también esponjosa, dulce y salado a la vez, un aroma a mantequilla y un brillo especial en su superficie. No deja indiferente a nadie. Podemos consumirlo a cualquier hora, combinado con dulces en el desayuno o con embutidos para un tentempié.
Los croissants se consideran el bollo más venido del mundo, por eso, no es de extrañar que se nos haya ocurrido dedicarles un día internacional para rendirles homenaje.
A diferencia de lo que muchas personas creen, el croissant no viene de Francia, sino de Austria. Allí se conoce como Hörnchen, que significa cuernito. Su historia y origen se remonta a la Viena del siglo XVII. Según Muy Interesante, los panaderos de la época, según cuenta la historia, fueron los responsables de descubrir la estrategia de los turcos de invadir la capital austriaca. Al estar levantados por la noche, dieron la alarma ya que escucharon a los enemigos construir un túnel para entrar en la ciudad y asediarla. Los vieneses pudieron estar prevenidos gracias al aviso de los panaderos y les ganaron la batalla a los turcos. Para conmemorar este acto de buena fe, el rey de Polonia y Lituania Juan III Sobiesky encargó a los panaderos la elaboración de unos panecillos con la forma de media luna, el emblema turco, para conmemorar así la victoria.
Los ingredientes para una media de 7 raciones serían:
Para la levadura | 250 gramos de harina | 75 gramos de levadura fresca | 125 mililitros de agua tibia | ||
Para la masa | 750 gramos de harina | 50 gramos de azúcar | 450 gramos de mantequilla | 30 gramos de sal | agua |
En primer lugar se debe comenzar por la elaboración de la levadura. Se deben mezclar bien los ingredientes y dejarlos fermentar hasta formar una masa esponjosa.
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Cuando comencemos con la masa, debemos poner antes sobre una mesa una montaña de harina y dejar un hueco en el centro en forma de volcán. En ese espacio se deben poner 50 gramos de los 450 de mantequilla, el azúcar y la sal. El agua la iremos añadiendo poco a poco hasta formar una masa blanda.
Cuando lo hayamos conseguido, deberemos amasar la masa durante nos 10 minutos hasta que quede lo suficientemente elástica. Cuando esto suceda, habrá llegado el momento de añadir la levadura, que ya estará fermentada. Después continuamos amasando durante otros 10 minutos. Cuando la masa esté lisa, elástica y homogénea, la dejaremos reposar durante otros 10.
La mantequilla que nos ha sobrado, 400 gramos, nos servirá para hacer una lámina alargada. Para ello la colocamos y extendemos en un papel de hornear y la tapamos con otro. Con la ayuda de un rodillo la extendemos hasta que quede la plancha o lámina bien lisa y alargada.
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Con el mismo rodillo cogeremos la masa y la estiraremos. Si espolvoreamos harina mientras lo hacemos será mucho más sencillo ya que evitaremos que la masa se pegue. Ponemos entonces encima de la masa la lámina de mantequilla y doblamos los extremos de la masa hacia el centro, como si fuera un sobre. Después se estira la masa y se continúan doblando los extremos hacia el centro, las veces que sea necesario. Es recomendable cada vez que se hace un doblez, dejar reposar la masa durante unos minutos.
Después tendremos que volver a estirar la masa con el rodillo. Debemos conseguir una superficie de 40 centímetros de ancho. Con ayuda de un cuchillo, dividiremos la misma en dos mitades iguales y cada una la cortaremos en triángulos de unos 8 centímetros de base. Es ahora el momento de enrollar los triángulos para conseguir la forma de croissant. Lo haremos enrollándolos desde la base hasta la punta, ensanchándolos.
Cuando tengamos nuestras piezas hechas, las colocaremos en una bandeja con papel de horno y la punta hacia abajo. Es recomendable dejar separación entre cada pieza, pues en el horno tienden a crecer. Los extremos los doblaremos hacia el centro creando una media luna. La superficie de los triángulos la podemos pintar con huevo y hornearla a 225 grados durante unos 12 minutos, dependiendo del horno.
Pasado el tiempo solo queda dejar enfriar y degustar.
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