Cuando de perder peso se trata, lo único en lo que solemos poner nuestra atención suele ser la dieta.
Poco nos suele importar la bondad de la misma para conseguirlo, si esos resultados los vamos a mantener en el tiempo o si por el contrario el temido “Efecto rebote” nos va a devolver los kilos perdidos con alguno de regalo.
¿Sabes que ese «Efecto rebote» no tiene por qué darse y que lo puedes evitar? Sigue leyendo y descubre además de qué es, algunos trucos y consejos útiles para que no se cumpla.
Vamos al grano; el conocido como “Efecto rebote” es aquello que suele suceder cuando se recurre a una dieta muy desequilibrada y restrictiva nutricionalmente hablando (¿te suenan las dietas milagro?).
En estos casos, suele ser habitual que en cuanto se deja ese plan restrictivo y se van incorporando alimentos que han sido eliminados durante el plan de adelgazamiento, se vuelve a recuperar el peso perdido paulatinamente, incluso con algún “kilito” de más.
¿Por qué ocurre? Bien fácil, puesto que nuestro cuerpo está programado para la supervivencia, ante una falta de aporte energético activa mecanismos metabólicos que nos ponen en “modo ahorrador”, y como de si “el último superviviente” se tratara, todo lo que ingerimos lo aprovecha mucho más.
En el momento en el que abandonamos este plan de ataque restrictivo y la ingesta se normaliza, pensamos que nuestro cuerpo deja de estar en ese modo de reserva, sin embargo, nada más lejos. Nuestro organismo sigue en la misma línea aprovechando al máximo todo lo que “cae en el estómago”.
Como resultado, poco a poco vamos recuperando el peso inicial, y como suele ser habitual, una recuperación con regalo.
Lo primero que hay que saber sobre el Efecto rebote es, que como se ralentiza el metabolismo para poder aprovechar los poquísimos nutrientes que le llegan, el cuerpo intenta almacenar todo lo que puede y lo hace de la única manera en que nuestro cuerpo almacena energía, en forma de grasa.
Esto trae otras consecuencias. Por un lado, comienza a deshacerse del agua que tiene acumulada, ya que la falta de hidratos de carbono sumado a la disminución de la ingesta disminuye a su vez el gasto calórico necesario para metabolizar los nutrientes. El peso del agua que perdemos se observa rápidamente en una reducción de volumen corporal y de peso general, sin embargo, este se recupera rápidamente en el momento que nuestro forma de alimentarnos vuelve a las andadas.
A esto debemos añadir, la pérdida de masa muscular de donde el cuerpo extrae la energía mientras la ingesta energética se mantiene por debajo de las necesidades. Por si eso fuera poco, la masa muscular es el único tejido metabólicamente activo, es decir, el “quema grasa” natural del cual nos estamos desprendiendo mientras llevamos una dieta milagro.
A pesar de las nefastas consecuencias a nivel celular, a los ojos del espectador, todo está yendo viento en popa. Estamos consiguiendo nuestro objetivo bajando peso de manera rápida y visible. Y visto así, ¿quién no se motiva a seguir con ese plan? ¿quién se para a pensar que hay algo que no cuadra en todo ésto?. Sabemos que te está sonando…
Al final de la partida, las consecuencias serán más o menos perjudiciales en función del tiempo que hayamos tenido sometido a nuestro organismo a esta tortura.
En cualquier caso, lo que resulta evidente es que nuestro cuerpo estará desnutrido, estresado metabólicamente y con una ansiedad más o menos consciente hacia aquellos alimentos que de manera tajante hemos desterrado de nuestra dieta.
Es en ese momento cuando el peligro avanza de manera inminente hacia nosotros. Estamos pletóricos, satisfechos con el resultado y que mejor que celebrarlo con algún que otro “caprichito”, de lo más calórico y tentador. ¡EEEEERROR!
Pues bien, si durante nuestro plan de dieta poco habíamos perdido de la grasa que nos sobraba, ahora, mientras nuestro cuerpo interpreta que debe seguir ahorrando, le ofrecemos alimentos poco saludables que no hacen otra cosa que incrementar las reservas de grasa, avanzando hacia una situación peor de que nos encontrábamos al comienzo de nuestra “divina dieta.”
Fácil, si bien debemos huir de las dietas milagro, lo importante es poder reconocerlas para no caer en sus garras.
Algunos de los trucos para poderlo hacer es tener en cuenta las siguientes cuestiones:
Si nuestro objetivo real es una pérdida de peso mantenida en el tiempo, lo primero que debemos analizar es cuáles han sido las causas que nos han llevado a ese incremento ponderal (peso).
Ser autocríticos e incluso anotarlo en un cuaderno, puede ser un buen punto de partida para descubrir las causas y, con ello, pensar en soluciones. Tal vez ello suponga replantearnos nuestros hábitos alimenticios o incluso ciertos aspectos de nuestro estilo de vida, pero en todo caso la recompensa superará con creces el esfuerzo.
Si necesitas ayuda y apoyo en este proceso, no dudes en ponerte en manos de un nutricionista. Él te dará las recomendaciones adecuadas conforme a tus particularidades clínicas, tus características antropométricas, tus gustos y hábitos alimenticios para compaginarlo con tus circunstancias personales. ¿Qué más se puede pedir?
Pues alimentos que nos ayuden a alcanzar nuestro objetivo de manera coherente y saludable como la oferta de productos que puedes encontrar en mentta.
Podrás encontrar desde zumos detox, las mejores frutas y verduras, productos orgánicos, carne para tener proteínas, incluso hacer la compra completa de productos ecológicos o super frescos.
Resumiendo: Cuidado con el Efecto rebote y acordáos de que las «Dietas Milagro» (pero milagro de verdad) no existen, paciencia, constancia y mentta son las claves para perder peso.
Artículo contrastado con Marian González González, Directora de Edasnut, Asesoría Nutricional.
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