En los últimos años se ha puesto de moda el consumo de un tipo de sal denominada «sal rosa del Himalaya» por su color rosado. Son muchas las habladurías que hay en la red y foros de alimentación sobre ella. Hoy te contamos todos los beneficios y propiedades de la sal rosa del Himalaya.
Aumento del nivel de energía, regulación del pH de la sangre, reducción de la retención de líquidos e incluso de la presión arterial… Son muchas las propiedades que se le han atribuido a la sal rosada del Himalaya, no obstante, no se trata de propiedades muy diferentes a las que posee la sal común.
La sal rosa es un mineral que proviene de la mina de sal de Khewra, situada en Pakistán, concretamente en la denominada Cordillera de la Sal, una extensión de las montañas del Himalaya. Se trata de una de las minas de sal más puras del planeta, debido, entre otros motivos, a su posición privilegiada cerca de una de las montañas más famosas del mundo.
Como te contamos, se le han atribuido diversas propiedades y aplicaciones, tanto terapéuticas como cosméticas. Se dice que al ser una fuente principal de electrolitos mejora el funcionamiento de los sistemas vitales del organismo, pero como te decimos estas afirmaciones no están basadas en ninguna evidencia científica. La realidad, en términos de composición es que la sal rosa no tiene más minerales que la sal común. Por ello estos beneficios son solo una estrategia de marketing para vender la sal rosa del Himalaya a un precio mayor. En definitiva, si quieres ahorrar, pasa de moderneces y compra la sal «de toda la vida». Pero si lo que te apetece es darle un toque «chic» y un poco de color a tus platos, utiliza esta sal tan peculiar.
Acerca de la sal común se ha hablado mucho. Tanto que se han creado perjuicios o estereotipos en relación a ella. Es cierto que no hay que abusar de su consumo… Pero ¿hasta qué punto debemos fiarnos de afirmaciones como «la sal engorda» o «no tomo sal porque soy hipertenso»?
La sal común o sal de mesa está constituida por 40% de sodio y 60% cloruro. El sodio es un nutriente esencial que nuestro organismo no sintetiza y que por tanto, se debe incorporar a través de la dieta. Ayuda a mantener el volumen plasmático, el equilibrio ácido básico y el funcionamiento normal de las células, entre otros. El sodio se encuentra en estado natural en alimentos como la leche, la carne o el marisco. Sin embargo, también podemos encontrarlo en grandes cantidades en los alimentos procesados como el pan o los condimentos y salsas.
El aumento del consumo de productos ultraprocesados ha hecho que aumente también nuestro consumo de sal. Este tipo de alimentos no solo son altos en grasas trans o azúcares, sino también en sal. Si estos alimentos se convierten en la base de nuestra dieta, se convertirán también en nuestra principal fuente de sodio. Este es el perjuicio principal que podemos encontrarle a la sal, pero no concretamente a la de mesa, sino a aquella que va unida al consumo de ultraprocesados.
En definitiva, en un contexto en el que nuestra alimentación es variada y equilibrada, rica en frutas y verduras, donde el consumo de ultraprocesados es muy ocasional, la sal común de mesa que se utiliza para aderezar nuestros platos no supone ningún problema. Por el contrario, si nuestra dieta está basada en ultraprocesados, se podrían dar desequilibrios de sodio en nuestro organismo que deriven en alteraciones de la presión arterial.
El elevado consumo de ultraprocesados y, por ende, de sodio o sal, produce una absorción insuficiente de potasio que ayuda al aumento de la hipertensión arterial y al riesgo de cardiopatía y accidente cerebrovascular. Por otro lado, si no consumimos toda la sal que nuestro cuerpo necesita, podemos incurrir en problemas como la disminución de la sensibilidad a la insulina, la alteración de los lípidos o el aumento de riesgos cardiovasculares. Para leer más sobre este asunto, pinche aquí.
La Organización Mundial de la Salud (OMS)recomienda consumir menos de 5 gramos de sal al día. No obstante, la ingesta máxima recomendada para los adultos se establece en función de las necesidades energéticas. También se aconseja que la sal que se consume sea yodada, es decir, «enriquecida» con yodo. Esto es esencial para mujeres embarazadas, el desarrollo sano del cerebro del feto y del niño pequeño, así como, para optimizar las funciones mentales en general.
En resumen, la clave en el consumo de sal reside en encontrar el equilibrio. Se debe intentar que el aporte de sodio que reciba nuestro organismo venga de la sal común o sal de mesa (o sal rosa del Himalaya si lo prefieres) y no de aquella contenida en alimentos ultraprocesados. Haz que la fiebre de la sal no te afecte, dale sabor a tus platos, pero siempre con mesura.
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