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Desde el valle del río Duero, en el corazón de Toro, Coral Duero siempre ha buscado producir los vinos más auténticos y sobresalientes de esta zona vinícola, por lo que convierte en único su mejor vino, Las Parvas.
El viñedo del que se extrae el mosto tiene más de 140 años de antigüedad y crece a una altitud de 780 metros. Las vides están orientadas hacia el oeste, cerca del río Guareña y bajo ellas encontramos una loma arenosa, con grava y rocas debajo. Estos suelos aluviales permiten un drenaje adecuado e imparten mineralidad al vino, así como niveles de pH más bajos que permiten una calidad, equilibrio y elegancia extraordinarios.
En esta zona, los veranos son cortos, calurosos, secos y mayormente despejados, y los inviernos son extremadamente fríos y ventosos. A lo largo del año, la temperatura varía típicamente de -11°C a 30°C, pero rara vez desciende por debajo de 5°C o supera los 35°C.
La recolección de las uvas se hace de forma manual, se llevan a bodega y se enfrían a 4°C inmediatamente después de la cosecha. Con una fermentación controlada por temperatura y una maceración muy larga, el proceso comienza con dos remontados al día, seguidos de solo uno hasta el final de la maceración. Toda la operación dura alrededor de 30 días.
Una vez pasan a barricas de roble francés nuevas, envejecen allí durante 24 meses, madurando en botella durante 1 año.
Todo este proceso convierte a Las Parvas en un vino de un rojo rubí profundo , concentrado e intenso. En nariz encontramos una explosión de aromas tan pronto como se descorcha la botella. Lleno de complejidad con una mezcla de frutas rojas y negras, notas tostadas y minerales.
En boca encontramos un vino corpulento y su complejidad se destaca a través de varios sabores de roble maduro y frutas.
Premios
91 puntos | James Suckling 2021 Plata | Decanter 2021 Oro | Mundus Vini 2021 93 puntos | Guía Peñín 2022
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Bodegas Coral Duero está encabezada por Raul García, un valenciano dedicado al comercio internacional de vinos que hizo su sueño realidad al jubilarse el fundador de esta bodega de 32 hectáreas de Tinta de Toro (una uva de la variedad tempranillo que se cultiva en la DO Toro) dividida en cuatro parcelas diferentes.
Codo a codo trabaja junto a Andrés Gutiérrez, el enólogo encargado de la elaboración de unos vinos que rebosan sensibilidad y que elevan el listo ya alto de la Denominación de Origen Toro, reconocida internacionalmente.
Algunas de las cepas de estas parcelas alcanzan los 130 años y la mayoría resistieron a la plaga de filoxera que arrasó los viñedos europeos a principios del siglo XX. Es por eso que miman hasta el extremo sus cultivos, aportando sólo abonos naturales y orgánicos a unas viñas que viven bajo el sol abrasador del verano y los inviernos más extremos de España, con poca lluvia y mucho frío.
Los vinos de esta bodega han obtenido diversos reconocimientos por su calidad y los paladares del gran público avalan el buen hacer de este grupo de profesionales.