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Las uvas del Leda Viñas Viejas provienen de distintas fincas del Valle del Duero y en todas ellas el tempranillo está plantado con concentraciones muy altas, buscando rendimientos bajos y máxima expresión de la uva. Una vez en bodega, Eduardo García, hijo del maestro Mariano García (Vega Sicilia, Mauro, Aalto), supervisa todo el proceso de elaboración. Antes de pasar los vinos a las barricas para que hagan la fermentación maloláctica, cada una de las fincas fermenta por separado en acero inoxidable para ofrecer un perfil nítido del carácter de cada uno de los enclaves. Pasados los casi dos años de crianza en roble, sólo 8000 botellas de esta gema verán la luz. Al abrir una botella de Leda Viñas Viejas nos encontramos un tempranillo de viñas viejas (entre 50 y 100 años) de deslumbrante color picota con ribetes violáceos. Enamora ya a la vista, luciendo abundante lágrima, lenta y teñida. La primera sensación en nariz es muy fresca e intensa, muy balsámica, con recuerdos a regaliz y eucalipto. Los aromas de fruta roja y negra muy madura lideran el conjunto, apoyados por destellos de pimienta blanca, vainilla, café, pinceladas tostadas de la barrica y recuerdos a tinta que hablan de mineralidad. En boca sus firmes aunque pulidos taninos ofrecen un magnífico tacto de cacao fino. Es potente y elegante, una combinación nada sencilla de obtener, algo reservado sólo a los grandes vinos. Es redondo, con amplitud y profundidad, concentrado y pleno de matices. Su postgusto se prolonga durante minutos y su tacto perdura en el interior de las mejillas. Sin duda un vino enorme que deja poso en el recuerdo. Envejecido durante 22 meses en barricas de roble.