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Parece ya un hecho incontestable que los vinos de Madrid están saltándose un peldaño tras otro en su rápida ascensión hacia la cúspide de la calidad de los vinos españoles. Pese a su eclosión definitiva en los últimos años, la historia de Bernabeleva se remonta a 1923, cuando se adquirió la finca que da nombre a la bodega. Bernabeleva significa literalmente 'la ruta del oso', de ahí el logotipo tan particular de la casa: una chica sobre un oso. El respeto por la naturaleza es bandera en Bernabeleva. Se trabaja la viña con respeto, en armonía con su entorno, dejando que sea éste quien determine el carácter de sus vinos. La viña se abona con estiércol de sus propias vacas y todos los trabajos del campo se realizan siguiendo las fases lunares. El terruño se percibe en todos sus vinos, siempre minerales y honestos. Navaherreros suma las virtudes de los distintos terroirs de San Martín de Valdeiglesias. Elaborado con uvas de vides de entre 40 y 80 años recolectadas parcela a parcela y vinificadas por separado, cada finca con el material que mejor potencie sus virtudes, ya sea madera, hormigón o acero inoxidable. Su capa baja y su discreto color cereza parecen querer disimular todo el carácter y la fuerza de este enorme tinto madrileño. La lentitud de su lágrima nos lleva a echar un vistazo a la etiqueta para comprobar que, efectivamente, su graduación es alta: 15 grados. Sin embargo, nada es tosco o desmedido en el Navaherreros. Sus aromas son elegantes, muy finos; frutos rojos, piel de naranja, tierra húmeda y especias exóticas. También algo de musgo y polvo. En boca combina desde el primer contacto con los labios una acidez que lo tensa dotándolo de una profunda verticalidad y taninos "garnacheros", jugosos, que lo ensanchan. El final, dominado por los recuerdos amargos deja tras de sí un larguísimo recuerdo de frutos rojos y torrefactos. Criado en depósitos de madera, hormigón y acero inoxidable.