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Con vinos como Capellanía, empezamos a tener argumentos para pensar que si los grandes tintos de Rioja comparten algo con los de Burdeos, sobre todo en su madurez (y no hablamos sólo de compartir historia), algo hay en los grandes blancos riojanos de viura que nos acercan a Borgoña: elegancia, complejidad, estructura y un carácter muy definido. Sin embargo, dejando a un lado los grandes iconos de la tradición que son los excepcionales blancos de López de Heredia, por su singularidad. Capellanía es sin duda uno de ellos y con él Murrieta consolida un nuevo concepto de blanco de Rioja, criado exclusivamente con madera nueva y madera de roble francés. Capellanía se elabora con uvas de viura de un único viñedo, plantado en 1945 y ubicado en una meseta situada a 485 metros de altitud, en la zona más elevada de la finca Ygay, propiedad de la bodega. Es un gran blanco, muy versátil gastronómicamente por su asombrosa complejidad, con aromas que van desde las almendras frescas a delicadas frutas en licor, con una salinidad particular y notas tostadas; una nariz seria y profunda. En boca es poderoso y elegante, fresco y con fruta crujiente en su juventud, con una muy buena acidez que le alargará la vida durante varios años, voluminoso, con una cremosidad refinada, un toque de caramelo muy bien integrado y un fondo de infusión de manzanilla, notas de miel, orejones y otras frutas de hueso pasificadas. En pocas palabras, un gran blanco con el alma de un tinto. Se recomienda decantar u oxigenar una media hora antes de servir. Envejecido durante 17 meses en barricas nuevas de 225 litros de roble francés.