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Únicamente la enorme sabiduría acumulada por Tomás Postigo durante sus años en Protos y Pago de Carraovejas puede explicar cómo un vino tan reciente en el mercado es capaz de alcanzar ya tales niveles de calidad. Las uvas de este señorial tinto ribereño llegan por gravedad, despalilladas y enteras al depósito. Después el vino se cría durante un año en barricas francesas de distintos bosques con lo que se obtuvieron 40 vinos distintos que se ensamblaron en el cupaje final. A la vista se muestra vivo, de color picota. En nariz es todo fruta madura (ciruelas y cerezas) y maderas nobles; especias, balsámicos y sotobosque redondean una aromática noble y distinguida. Ya en boca, se siente el peso de la fruta bien madura; el vino se muestra corpulento, terroso y ligeramente austero, pero conserva intacta la elegancia que se intuía en nariz. Sus taninos son dulces y maduros, y la retronasal viene marcada por los aromas de regaliz y especias que nos acompañan hasta el postgusto. Un nuevo referente en la Ribera del Duero. Envejecido durante 12 meses en barricas de roble francés.