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El Yaso es uno de esos tintos de Toro fáciles de entender, de los que no intimidan. La extracción es menor que en otros vinos de la zona y la fruta fluye con mayor ligereza. Los viñedos centenarios de los que proceden sus uvas se asientan sobre las terrazas franco-arenosas de la cuenca del río Duero, a unos 700 metros sobre el nivel del mar. Allí, las viejas cepas en vaso se ven obligadas a dar lo mejor de sí para combatir una baja pluviometría y unos contrastes térmicos muy intensos. En bodega la intervención es mínima, intentando respetar al máximo el potencial natural de la uva. Así, al servir una copa de Yaso, apreciamos la fruta negra (cerezas y arándanos) en el punto justo de madurez y un delicado fondo de cacao; con algo más de tiempo aparecen finos tostados y recuerdos de regaliz. En boca, pese a una entrada discreta, crece a cada instante, volviéndose goloso al tiempo que amable. Sus taninos están muy vivos, pero un tacto casi granulado lo transporta con elegancia. La acidez recuerda la de las guindas y los aromas de violetas refuerzan la sensación de elegancia. Destellos mentolados y de monte bajo redondean un paso armonioso de final fresco y especiado. Envejecido durante 6 meses en barricas nuevas de roble francés.