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El Solaia es uno de los vinos estrella de Antinori. Su nombre responde al de una finca de 20 hectáreas con exposición suroeste situada a 400 metros de altitud, con suelos arcillosos y calizos, y el vino se elaboró por primera vez en 1978 con una mezcla de 80% cabernet sauvignon y 20% de cabernet franc. Con la cosecha de 1979 repitió con los mismos varietales pero, a partir de las siguientes, alrededor de un 20% de sangiovese se incorporó al cupaje y el porcentaje de cabernet franc se redujo. Sólo se elabora en las grandes añadas; en la irregular década de los 80, únicamente seis añadas vieron la luz. En el viñedo se presta máxima atención a los detalles, buscando siempre la excelencia de la uva: color, aroma e intensidad frutal. En bodega, las uvas despalilladas pasan por una estricta mesa de selección antes de llegar a los depósitos de fermentación de 60 hectolitros. Durante el periodo de actividad de las levaduras, se tiene especial cuidado en mantener el equilibrio entre el frescor y los taninos de la uva. Separado el mosto de los hollejos, el vino prosiguió con la fermentación maloláctica en barricas nuevas de roble francés donde descansó durante 18 meses. Las diferentes parcelas criadas en madera por separado, se ensamblan pocos meses antes del embotellado sumando sus virtudes en favor de la complejidad del vino. El resultado es un supertoscano intenso y sofisticado de color rubí y púrpura, con aromas de ciruelas rojas y grosellas maduras, sensaciones balsámicas de regaliz y menta. Destellos de vainilla y humo, sumados a elegantes toques especiados completan una aromática distinguida y profunda. En boca es elegante de principio a fin, mineral, con cuerpo y taninos sólidos y aristocráticos. En el final y el postgusto la fruta parece más madura, casi negra y la acompañan golosas notas de chocolate que incitan a tomar, sin remedio, otro sorbo de este tinto monumental que es el Solaia.