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Serras del Priorat es uno de esos vinos que resulta casi obligatorio conocer si uno quiere entender hacia dónde van las cosas en el Priorat actual. La familia Cannan elabora este vino en Gratallops, en uno de los rincones más prestigiosos de la DOQ, con las autóctonas garnacha y cariñena más un ligero aporte de las internacionales syrah y cabernet sauvignon. Hasta aquí todo más o menos normal; la sorpresa viene al abrir una botella de Serras y ver el vino en la copa. Su capa es más frágil de lo que es habitual en la región pero la lágrima se mantiene lenta y densa. El impacto olfativo es mágico, se trata de uno de esos vinos que nos obligan a soltar alguna expresión de sorpresa, de satisfacción al olerlo. Uno lo huele, se aparta de la copa para volverlo a mirar y enseguida quiere volver a olerlo. Huele a frescor, a elegancia, a granada, a fresitas silvestres, pero también a Priorat, ahí reside la magia. Despliega una buena tanicidad, pero incluso ésta es amable; tiene una fantástica acidez pero sin llegar a ser punzante, es puro equilibrio. Balsámico, afrancesado, floral, con recuerdos silvestres y refrescantes toques de piel de mandarina. Lejos, muy lejos, quedan aquellos graneles cargados de alcohol, color y taninos y, aún más lejos, las voces de aquellos que creían que el Priorat sería incapaz de dar vinos finos y elegantes. Si conocen a alguien que aún albergue la más pequeña duda al respecto, no dejen de ofrecerle una copa de Serras del Priorat y, si se resiste, un sorbo de Clos Figueres, el vino top de la bodega, servirá, sin duda, para convencerle plenamente. Envejecido durante 7 meses en barricas de 300 y 500 l. de segundo año de roble francés. Un 10% del vino es criado en ánforas de cerámica durante 7 meses también.