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                        Paciente y profundo, concentrado y monumental. Su esplendor caoba, su hondura donde late la vida de las especias blancas, las maderas nobles, las fragancias que cautivan. Y en boca: una afortunada armonía de suavidad de seda y contención austera, auténtica.
Si bien es un vino perfecto para tomar solo —placer sosegado y de arraigada cultura—, resulta maravilloso acompañando estofados y recetas como el guiso cordobés por antonomasia, el rabo de toro.
Paciente y profundo, concentrado y monumental. Su esplendor caoba, su hondura donde late la vida de las especias blancas, las maderas nobles, las fragancias que cautivan. Y en boca: una afortunada armonía de suavidad de seda y contención austera, auténtica.
Si bien es un vino perfecto para tomar solo —placer sosegado y de arraigada cultura—, resulta maravilloso acompañando estofados y recetas como el guiso cordobés por antonomasia, el rabo de toro.