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En el siglo diecinueve, cuando sobraba leche tras la elaboración del "noble" Comté, pero no era suficiente para hacer otro, los campesinos del país de Morbier reservaban la cuajada restante en una cuba cubriéndola con una fina capa de sebo recogido pasando las manos por la pared del caldero y que tenía la función de protegerla de los insectos.
Esta es una buena manera de protegerlo de los insectos.
Morbier era entonces exclusivamente un queso de granja, y en 2015 sólo quedaban dos producciones familiares de granja.
Al día siguiente, tras la preparación de los comtés, llegó el resto de la ordeña para cubrir la primera capa. Los agricultores reservaban el queso así obtenido para su propio consumo.
Hoy en día, el queso lo elaboran los propios agricultores
Hoy en día, la fina capa de ceniza con sabor dulce y afrutado que la caracteriza sólo tiene un papel decorativo en el recuerdo de esta antigua práctica.
Es un queso de pasta prensada a base de leche de vaca, sin cocer, una rueda tiene un peso medio de 7 kg.
El queso Morbier debe conservarse en un lugar fresco, a una temperatura de unos 8 grados. Colóquelo en el frigorífico, en el cajón de las verduras, todavía en su embalaje original. También puede envasarlo en una caja hermética, siempre que no lo mezcle con otros quesos para no alterar su sabor. También puedes envolverlo en film transparente.
Cortado, el morbier encuentra su lugar en una tabla de quesos, acompañado de un pan de cereales. En cubos, se puede añadir a las ensaladas. Derretido, realza croques-monsieur, gratines, soufflés, quiches... Acompañe su degustación con una copa de vino blanco seco del Jura, su tierra de origen, o incluso de champán, para una experiencia tan refinada como sabrosa.