Este excepcional vino desafía las convenciones al seguir sus propias reglas, pero su filosofía se basa en una crianza meticulosa de 18 meses. Durante nueve meses reposa en barricas de roble francés, donde adquiere su carácter distintivo, para luego ser trasladado a barricas de roble americano durante otros nueve meses, logrando así una fusión de sabores única y exclusiva que representa lo mejor de la Ribera del Duero.

Al acercarlo a la nariz, se revelan sus características más intrigantes: los nítidos toques a tinta china impregnan el aire, acompañados de una frescura imponente que invita a explorar más a fondo.

En boca, este vino demuestra su grandeza con una extraordinaria persistencia de sabor. Los toques a especias de la barrica francesa, como el clavo y el tomillo, se destacan en el paladar, dejando una impresión duradera y satisfactoria. Su intensidad proviene del terruño calizo, mientras que su madurez revela claras influencias mediterráneas, resultando en una elegante concentración que estimula y despierta los sentidos.